Ensayos y reflexiones
Ensayos y reflexiones
Mi faceta más filosófica le da la bienvenida a esta sección.
«Vivir sin filosofar es, propiamente, tener los ojos cerrados, sin tratar de abrirlos jamás.»
René Descartes
Que a estas alturas no estamos para perder el tiempo
Que a estas alturas no estamos para perder el tiempo
Ya lo decían otras mujeres al llegar a cierta edad, algunas antes que otras, pero todas coincidiendo en el mismo mensaje ¡Que a estas alturas ya no estamos para perder el tiempo!
Atrás queda eso de agradar por agradar y guardarse las apariencias por el qué dirán. La vida es un suspiro y recorrer tan breve camino viviendo conforme a las ideas de los demás es caótico, absurdo, consume la vitalidad, fríe el cerebro, deja el cuerpo hecho unos zorros y el deseo al nivel de una colilla pisoteada en el mismísimo infierno. Joder, con perdón que sea tan malhablada, pero ¿Se han parado a pensar lo que les queda? (suponiendo que alcancen la vejez, claro está), ¿No les pone los pelos como escarpias y la congoja por las nubes saber que viven todos y cada uno de los días casi exactamente igual al anterior?
No pretendo ser alarmista, ni quisiera generarles más angustia, bastante tendrán ya con el incierto futuro del país, la dudosa estabilidad de nuestra querida descendencia, la locura que parece sumir nuestro mundo en un extraño caos en el que todo vale (todo, menos lo que debería valer). Me viene cierto tufillo a comodidad impuesta, de esa de la que alardeamos cuando, en realidad, somos conscientes de que vivimos en Matrix, pero sin la posibilidad de esquivar las balas. Y todas vienen derechitas hacia nosotros.
Parecemos estar esperando un mañana que nunca llega porque, en realidad, lo que queremos es que nos caiga como por arte de magia. Dormidos, esperamos cumplir sueños sin mover el trasero de nuestro círculo de seguridad y, esperando desesperamos, pero sin intención alguna de cambiar. Les diré un secretito, el día es HOY. Es AHORA. Comiencen por hacer aquello que desean (dentro de la legalidad) y que se niegan por eso de “querer encajar”. No son piezas de lego, son seres individuales y únicos. Aprovéchense de ello. Les diré otro secretito, la magia reside en el camino recorrido para alcanzar el sueño, aún a sabiendas de que quizá nunca lo podamos lograr.
Y no solo es cuestión de perseguir sueños lejanos, es disfrutar de los pequeños placeres que la vida nos ofrece a diario. Es escribir un relato erótico y que no importe lo que piensen quienes lo lean. Es ese “aquí te pillo, aquí te mato” con la pareja/ amante/ amigo/a con derecho a roce y que pueda comprender diferentes zonas de la casa, extendiéndose así a lugares de lo más variopintos y, por supuesto, mucho menos aburridos que la cama (a la que siempre podrán volver).
¿Han probado a comer con los ojos vendados sin saber lo que hay en el plato? Dulces, salados… Sin duda, una experiencia de lo más recomendada, sobre todo si el plato es la piel (y no me refiero a la propia). Los hielos sirven para algo más que enfriar el cubata, señores, y las lenguas tienen muchos más usos que a los que acostumbramos en ocasiones. No es necesario esperar un aniversario para poner velitas (y utilizarlas, si se diera el caso), y la música es gran compañera, tanto para limpiar la casa como para pasar un buen rato. Aquí va otro secretito, no hace falta que duelan las piernas para pedir un masaje (u ofrecerlo), con final feliz y por el mismo “precio” Las piernas deberían doler más después que antes, si se ha hecho correctamente. ¿Saben que el sexo es un antiinflamatorio natural? Adiós al dolor de cabeza, o de menstruación, (y no me sean escrupulosos). Ducharse antes y después suele ser lo lógico, pero ¿Qué me dicen de esa sensación de enjabonar a la pareja? El vaho en el ambiente, el agua cayendo en una deliciosa cascada, esos olores que se licuan en deseos bajo la piel… ¿Saben todo lo que pueden hacer con tan solo dos manos? ¡Y eso por no comenzar a añadir objetos cotidianos!
Venga, un poquito de imaginación, menos novelas de Grey y más sabor a la vida, a la de verdad. Intentemos apartar las penas, los desamores, los malos tragos (que solo traen resaca, pero no borran recuerdos) y vivamos como se merece el poco tiempo que nos han dado. Que yo no sé si después habrá o no habrá algo, pero por si acaso ¡Que me quiten lo bailao!
¡Que no estamos para perder el tiempo!
Laura Redondo
Las deconstrucciones y más nombres extraños
Las deconstrucciones y más nombres extraños
¿Qué me van a caer palos?, lo sé, pero llega una edad en la que te la refanfinfla todo… o casi.
Pues nada, que ahora dicen que, aparte de deconstruir la comida que, para quien no lo sepa es como un puzle alimentario: la bechamel, por un lado, el jamón en otro y el pan rallado en montañita (lo que viene siendo cocina para vagos), ahora también se deconstruye la masculinidad. Sí, como lo oyen.
Yo no sé a ustedes, pero a mí eso de deconstruir la masculinidad me suena a desmontarse y dejarse eso, la masculinidad (o vulgarmente hablando, los testículos) en un plato aparte. Lo que viene siendo el llamado calzonazos de toda la vida. Y es que ahora, la mujer empoderada (esa que antes estudiaba, trabajaba y luchaba por sus derechos en igualdad), es empoderada porque le pide al calzonazos de turno que la siga manteniendo (es decir, la llamada nini, ni estudia ni trabaja, moderna y superguay) pero que la deje “libre” para hacer lo que le salga de su feminidad, porque él tiene que deconstruir su masculinidad para que ella pueda empoderarse en condiciones. Porque todo el tema este del heteropatriarcado, que ella no sabe lo que es, pero suena muy bonito decirlo, es tema de testículos y machos y eso no combina en la nueva moda del feminismo atragantado.
Y claro, como hemos sufrido tanto tiempo a la sombra del ego masculino, esa inquina de siglos que ha ido transmitiéndose de generación en generación, como el apellido (también masculino debido al heteropatriarcado), ahora les bulle en la sangre ese rencor enquistado y sienten la imperiosa necesidad de devolverles a los hombres esa manía suya de hacernos de menos. Así, de golpe y porrazo, exponencialmente, por ponernos al día y en igualdad en cuanto al ojo por ojo lo antes posible. Ya si eso, después de la venganza, hacer las paces (si eso…).
Que conste que yo defiendo que cada uno sea lo que quiera ser y se junte con quien quiera juntarse, pero es que eso de ponerle ahora nombres raros a las cosas para que parezcan más modernas una vez la RAE las haya aceptado, pues qué quieren que les diga, confunden a la gente y luego pasa lo que pasa. Que se sale en pelotas a la calle, enarbolando banderas contra el ¿heteropatriarcado? (discúlpenme, pero como no suelo escuchar esa palabra, casi se me olvida), y cuando un periodista hace una pregunta con una base y razonamiento lógico, a más de una se le descolocan los chacras y se vuelve como Gremlin alimentado después de las 24:00. Entonces, ahí sí, está más que justificada la violencia y le llueven los palos al pobre insensato.
Total, que como por el momento eso de la castración no es legal (aunque a este paso, nunca se sabe), ahora lo que hacen es “DECONSTRUIR” masculinidades. Vamos, el calzonazos de antaño pero dicho de forma más elegante.
Nota para todes aquelles pieles fines: les recuerdo que el humor es necesarie, aunque en estos tiempos que corren brille por su ausencia. Perdón, tiempes y ausencie.
P.D.: Si hoy llegase el diluvio universal, a ver qué hacía el listo de Noé.
Laura Redondo
Abrazo
Abrazo
El abrazo es un gesto que implica confianza e intimidad. Reconozco que no soy muy dada a ofrecerlos y más bien reacia a recibirlos. Mi espacio vital es para mí muy necesario y un abrazo invade por completo esa zona mía en exclusividad. ¿Se han dado cuenta de cómo responden al abrazo algunas personas? Cuando sienten que alguien les va a rodear con los brazos, inclinan el cuerpo hacia adelante, pero mantienen los pies a distancia. Están, en realidad, guardando para sí su espacio.
No es necesario amar para abrazar, pero sí se necesita conexión, un vínculo especial. Podemos besarnos únicamente juntando los labios, podemos tener sexo a condición de que solo se unan dos mínimas partes… Pero abrazar, abrazar es un gesto de suma intimidad. Un abrazo de verdad implica unir dos cuerpos casi en su totalidad. En un abrazo de verdad se pueden sentir ambos corazones bombear e, incluso, llegar a acompasarse para latir al unísono. En un abrazo de verdad, podemos sentir la respiración del otro, el pecho aumentar apretándose contra el nuestro. Podemos sentir cómo el calor corporal nos provoca una dulce somnolencia y una maravillosa sensación de paz.
Es habitual ver a algunas personas saludarse con un abrazo, pero, fíjense en cómo es su postura corporal; pies alejados, brazos rígidos, el rostro retirado… ¿En realidad lo están disfrutando? El abrazo no es un gesto de saludo cualquiera, el abrazo es una muestra de total confianza e intimidad. No se abraza con el cuerpo, se abraza con el alma. Por eso, amigos míos, discúlpenme si, cuando me vengan a abrazar, reclamo para mí ese atesorado espacio vital. Créanme, no es nada personal.
El miedo
El miedo
¿A quién no le gustaría vivir sin miedo? No obstante, lo ideal no es la ausencia total de este sentimiento. El miedo es la respuesta de nuestro organismo ante un posible peligro y es, por tanto, una manifestación de nuestro instinto de supervivencia. El miedo es la intuición que nos permite tomar la decisión correcta (en la mayoría de los casos) ante una determinada situación que pudiera poner en riesgo nuestra salud o nuestra propia vida.
Ahora bien, el miedo podría calificarse en dos tipos básicos, el primario, que es aquél que nos permitiría la continuidad de la especie (por ejemplo, el miedo natural de los recién nacidos al verse solos), y el secundario, que es el miedo aprendido en el entorno (por ejemplo, el miedo a meter los dedos en un enchufe). Dentro de esta segunda categoría, que es también indispensable para nuestra supervivencia, hay diferentes subcategorías de miedo y algunas de ellas, curiosamente, podrían llegar a sobreponerse a las demás si no logramos un correcto control de la misma. Cuando el miedo da paso al pánico, nuestra mente se bloquea dejándonos en un estado de indefensión, falta de lucidez y con una parcial o total ausencia de razonamiento lógico.
Aunque suele suceder en situaciones extremas (por ejemplo, ante un peligro imprevisible e inminente) y durar unos instantes, también puede darse, en menor medida y no siendo tan extremo, en momentos en los que experimentemos una pérdida de control de la situación, así esta no sea dañina para nuestra salud, o ante lo desconocido, que sería otra forma de pérdida de control pues no es posible controlar lo que se desconoce. Y es en estos casos en los que podríamos cometer la imprudencia de dejar que el miedo nos controle y nos conduzca, por medio de una conducta anárquica e ilógica, a situaciones en las que sí estemos poniendo en peligro, no solo nuestra salud o nuestra vida, sino nuestra relación con el entorno y a las propias personas que lo conforman.
El miedo a perder a alguien cercano, por ejemplo, suele ser el causante de actos irreflexivos o de dudosa moral, algunos incluso, pudiendo llegar a ser delictivos. El miedo a lo que nos deparará el futuro suele impedirnos disfrutar del presente. El miedo a la muerte podría generarnos una angustia irracional respecto a nuestro estado de salud o un comportamiento precavido en extremo exagerado.
Por tanto, aunque el miedo sea, ante determinadas circunstancias, una reacción sine qua non para nuestra supervivencia, también es requisito indispensable saber controlarlo y una necesidad imperiosa el utilizarlo para nuestro beneficio y no para provocar o provocarnos un perjuicio. Cuando decimos “vivir sin miedo”, en realidad no nos referimos a la plena ausencia de este sentimiento, sino a saber medir sus efectos y no permitir que estos controlen el resto de emociones, anulando así nuestra capacidad de raciocinio y dominando erróneamente nuestros actos. Del mismo modo que hemos aprendido a temer (miedo secundario), también podemos cultivar el destierro del miedo ante ciertas situaciones, principalmente aquellas que no supongan un riesgo para la salud. E incluso, si llegasen a suponer un peligro real para nosotros, no permitir que nos bloquee, anulando nuestra opción de elegir.
Solo así, una madre superará el miedo a perder su propia vida si sus hijos están en peligro, del mismo modo que un samurái podrá entregar su vida dignamente cuando su Shogun precise de su protección. Si la ausencia de miedo puede ser síntoma de locura, la capacidad de dominarlo, lo es de la firme determinación.
Matar moscas con el rabo
Matar moscas con el rabo
Como suele decirse «Cuando el Diablo no tiene nada que hacer, mata moscas con el rabo» y es precisamente eso lo que se está haciendo con la polémica que ha suscitado el cartel anunciador de la Semana Santa sevillana de este año 2024, elaborado por el pintor hispalense Salustiano García Cruz, que refleja la falta de imaginación y pone en evidencia los pecados de los críticos.
Partamos de la obra artística elaborada por Salustiano García Cruz… en ella se ve a un Jesús hombre de características físicas casi perfectas, cubierto mínimamente por un manto, la mano izquierda muy próxima al corazón, al Sagrado Corazón, que parece señalar con un dedo el lugar donde, tradicionalmente, se sitúa la llaga producida por la lanza de Longinos y culminado con una corona de santidad sobre la cabeza que, desde mi punto de vista, no resulta muy afortunada. Pues bien, esta obra en nada contradice la muy extensa iconografía católica que representa a Nuestro Señor Jesucristo, pudiéndose encontrar multitud de representaciones similares.
Sin embargo, las críticas vertidas contra la misma, sí que manifiestan un fenómeno psicológico de proyección del pecado y de ciertos pensamientos impuros de aquellos que la critican. Se acusa a la obra de «Homoerótica», fenómeno nada original ya que así fueron calificadas, desde finales del Siglo XIX, diversas obras pictóricas que representan «El Martirio de San Sebastián», uno de los Santos más representado en el arte cristiano y sobre cuya vida y martirio escribieron autores homosexuales como Oscar Wilde, Yukio Mishima y Marcel Proust.
La creación de una obra de arte, corresponde en exclusiva al artista que la crea y que la entrega a la humanidad para su deleite; la interpretación que haga esa humanidad, o una parte de esa humanidad, de la obra de arte no es responsabilidad del creador, tan solo es responsabilidad exclusiva de quien la interpreta y, si en ella se ve pecado o incitación al pecado, no es en la obra de arte donde radica ese pecado o esa tentación, sino en los ojos que la contemplan.
Esta polémica que ha generado el cartel realizado por Salustiano García Cruz, debería llevar a aquellos que la atacan a hacer un profundo examen de conciencia y analizar si, en realidad, no son ellos los que miran con ojos insanos esa imagen, pues en mucho recuerdan a aquel censor que en los años sesenta del siglo pasado, censuró un anuncio de polvos de talco que representaba a un bebe sobre una cuna, desnudo y boca abajo, por considerar que «incitaba a la lujuria». ¡Qué mente más enferma la de aquel censor!